El Señor de los Anillos. Pravedad y virtud
“Tres Anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo. Siete para los Señores Enanos en palacios de piedra. Nueve para los Hombres Mortales condenados a morir. Uno para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras. Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.”
¿Qué es lo justo? En nuestros tiempos esa pregunta pude ser un poco difícil de responder, por la falta de una base firme para determinarlo, los conceptos de bien y mal están desdibujados, por la modernidad, globalización, etc. La religión ya no nos da la respuesta que antes nos otorgaba, los conocimientos avanzaron y la fueron contradiciendo. La ciencia tampoco, esto lo aprendimos a base de golpes y bombas atómicas. El respeto a las minorías y pluralidad también nos arrebataron la posibilidad de encontrar estos valores en la opinión generalizada, sabemos que las costumbres muchas veces se equivocan.
Todos estos relatos que determinaban qué está bien y qué está mal han ido perdiendo fuerza, y el tema se transformó en una cuestión de subjetividad. Lo bueno y lo malo varía de persona en persona.
Nos encontramos en las antípodas del fantástico mundo de Tolkien, en donde la torre oscura y Sauron son la maldad pura y tienen que ser destruidos. En El Señor de los Anillos no hay lugar para discusiones sobre el bien y el mal, frente a esto, la pregunta ética por cómo debo actuar parece ser necesaria. Si hay seguridad de qué es bueno y qué es malo, se sabe claramente qué hay que hacer. Sabemos muy bien que el Señor Oscuro de Mordor es un ser maligno, si queremos ser buenos debemos alejarnos de él. Sin embargo, no todos los personajes de El Señor de los Anillos son defensores del bien inamovible, hasta Gandalf tiene miedos, inseguridades y hasta oscuridad dentro de él, teme lo que puede llegar a ser si tiene el Anillo Único. Por lo tanto, la pregunta cambia, no se centra en qué es lo bueno o lo malo, cosa que ya sabemos. Sino la pregunta sería: ¿Por qué preferir el bien al mal? ¿Por qué ser bueno o ser malo?
Saruman sabía perfectamente que estaba mal hacer un pacto con Sauron, y aun así lo hizo, ¿por qué?
Platón se plantea estas interrogantes y algunas más. En el segundo libro de La República, el filósofo intenta destruir una concepción de justicia bastante generalizada en su época, y ¿por qué no?, también en la nuestra. Consiste en considerar a la justicia como algo a lo que tenemos que responder por obligación, uno debe ser justo, no por hacer el bien sino por las consecuencias negativas de ser descubierto. Para ilustrar esto nos menciona el mito del anillo de Giges:
Platón: La república, II, 359a - 360b.
Con esta historia, Glaucón concluye que: «nadie es justo de grado, sino por fuerza y hallándose persuadido de que la justicia no es buena para él personalmente; puesto que, en cuanto uno cree que va a poder cometer una injusticia, la comete. Y esto porque todo hombre cree que resulta mucho más ventajosa personalmente la injusticia que la justicia». Platón contraargumento este mito con su intelectualismo moral, donde “es peor cometer una injusticia que padecerla”, pues la injusticia destruye el alma:
Finalmente, Platón acaba la obra contra argumentando este mito con el Mito de Er, donde el injusto al final de su vida es desdichado y rechazado por todos, recibiendo castigos divinos.
El anillo le permite a este pastor ser injusto sin que nadie lo note, puede evadir el castigo por sus actos deshonestos. Siendo sinceros, todos hemos pensado en este tipo de cosas, ¿qué haríamos si tendríamos la capacidad de hacernos invisibles? Generalmente, lo primero que nos viene a la cabeza es realizar un acto delictivo, robar un banco o una cuestión por el estilo. Si tenemos la posibilidad de actuar injustamente sin que nadie lo note, siempre estará la tentación de usar el poder para el mal.
Bajo esta perspectiva, los seres humanos somos injustos por naturaleza, solo que por miedo a las consecuencias obramos justamente. Esto mismo encontramos en el Anillo Único, una herramienta que nos permite imponer nuestra voluntad sin importar lo que esté bien o esté mal, sin el mínimo temor a las consecuencias de los actos malvados o sus represalias. Alguien o algo que pueda castigarnos funciona como un límite, como un control para que cada cual actúe conforme a lo justo.
El problema central que encontramos en este punto es que la voluntad no siempre quiere el bien, puede ser que las intenciones de Boromir sean buenas y termine con la guerra, sin embargo, también quiere que Gondor sea un gran imperio, puede que en algún sentido use el anillo como fin justo, pero nada impide que luego de acabar con el Señor Oscuro decida dominar toda la Tierra Media. El problema se encuentra que las pasiones se pueden desbocar por la impunidad que proporcione el anillo, este otorga un poder tal que libera la oscuridad que uno lleva dentro.
Llegamos a una situación compleja, estamos afirmando que es mejor ser injustos pareciendo ser justos que ser justos pareciendo ser injustos. Si tenemos la habilidad suficiente o en su defecto, un anillo, para encubrir nuestros actos malvados, preferiré obrar mal a bien, cosa completamente alejada a la pretensión de Platón. Sin embargo, el filósofo nos propone una salida. Podríamos pensar que aquel que use el anillo será el más libre, si tuviera sus poderes podría hacer lo que fuera, podríamos llevar a cabo todos nuestros caprichos, todos nuestros deseos y sin que nadie pueda interferir en lo que queremos.
En realidad, no seríamos tan libres. En esta situación, uno se vuelve esclavo de sus pasiones, de sus deseos. Es interesante ver como el anillo produce un sentimiento similar a una droga, y a su falta se produce una suerte de síndrome de abstinencia. De todas maneras, no solo hay que remitírselo a los problemas de adicciones. ¿Cuántas veces nos cuesta levantarnos por las mañanas o no pasarnos y comer de más, o no estudiar por ver una película? ¿Cuántas veces nos dejamos llevar por nuestros placeres para luego sentir culpa por no haber hecho lo que correspondía?
Nuestra razón nos dice que debemos actuar de una manera y se enfrenta a las pasiones que nos dicen que debemos actuar de otra. Para Platón, la libertad no consiste en hacer lo que uno quiere, sino hacer lo que la razón dictamina. Gollum representa esto claramente, es más, ha llegado a disociarse en dos personalidades bastante opuestas. Una es ambiciosa y fuerte, no teme matar o hacer lo que fuera por el anillo, y la otra es más tranquila, miedosa y hasta odia el anillo, sabe perfectamente que le hace daño y si pudiera, lo dejaría. En resumidas cuentas, el Anillo Único tiene la capacidad de privar al portador de todo control racional y entregarlo a los sentimientos más bajos, los miedos, la ira, la venganza, el odio, etc. Como nos podemos percatar, en la Tierra Media lo bueno es evidente, sabemos qué está bien y qué está mal, pero nuestras pasiones pueden dominarnos y hacer que obremos mal. Pero, ¿por qué Frodo era el más indicado para llevar la carga? La respuesta es más simple de lo que parece. Los enanos, amantes de las joyas, serían fáciles de corromper por la codicia a pesar de ser resistentes a la magia, sus pasiones los llevaron a despertar al balrog, que fue su perdición, y a su vez también son orgullosos y tercos. Los humanos, por su parte, ansían poder, tienen grandes imperios y son los más corruptibles. Y los elfos, que poseen la juventud eterna, son rencorosos y vengativos. Cabe mencionar que todas las razas de la Tierra Media sienten resentimiento entre ellas, hay bastante odio y racismo por todos lados. En cambio, los hobbits no son para nada ambiciosos, disfrutan de las cosas simples de la vida, como son sus seis comidas diarias, una fiesta, fumar, su comunidad, La Comarca.
Frodo solo quiere destruir el anillo para volver a su agujero hobbit, no tiene ninguna otra intención, él no usaría el anillo para el mal porque ya tiene todo lo que necesita, todos sus deseos están satisfechos.
Concluyendo, debemos tener mucho cuidado al alimentar nuestras pasiones, cada vez nos exigen más, cada vez son más difíciles de satisfacer. El resentimiento crece con los años y se hace insostenible, la ira soportada va creciendo poco a poco hasta estallar, siendo así esclavos de este descontrol.